mal... al final del día, sin todo el “glamour”, sigue siendo «comida de bar».
fui un miércoles en pareja, aprovechando de conocer el bar gracias al 40% dcto que ofrecía cmr. había un poco de espera, pero nada fuera de lo común.
rápidamente llama la atención el lugar: la decoración, las luces, la música, el ambiente. lo que también rápidamente llama la atención son los precios...
los cócteles de la casa –que no se caracterizan por su variedad de sabores, todos frutales y excesivamente dulces– rondan en promedio los $8.000-$9.000 c/u. de allí escogimos un par.
para comer preferimos una variedad de entradas, eligiendo un pulpo asado, malaya y un tártaro de atún. si bien sabrosos, no lograban destacar: la malaya no estaba en su punto (falta de cocción), el tártaro frugal y mal aliñado, ¿y el pulpo? fome. ni bueno ni malo. fome.
cuesta creer que para lo “chic” del lugar, aparentemente una nueva moda, nada brilla mucho. más allá del juego de luces, el ambiente y la música en vivo (en donde hasta la dj se veía aburrida), costaba encontrarle ese «no-sé-qué» que hace querer volver. además sorprende la mala atención, todos los meseros y anfitriones claramente sobrepasados por la exigencia y la demanda. todos distraídos, con mucha demora (incluso en cosas simplemente, como una botella de cerveza o el salero).
pero finalmente me cayó la teja: alonso es –al fin y al cabo– simplemente un bar. suena una obviedad, pero en realidad uno comienza a entender que son los tragos el punto fuerte. y como todo bar, su talón de aquiles es la comida. todo el local tiene una “buena fachada”, pero hay poca sustancia detrás de la forma.
**el precio es alto para la calidad y cantidad de lo que ofrecen. después del 40% de dcto y todo, la cuenta igual salió sobre $40.000 por todo lo descrito**